Los seres humanos han basado su existencia y prosperidad, en gran medida, de la comunicación con sus semejantes. La trasmisión de saberes, el hacer de la vida cotidiana, la mirada que comunica sin más elementos que lo sutil. Mirarnos a los ojos es tan vital como respirar.  Centrar la atención es el volante de este proceso. Profesionales como Marian Rojas Estapé, lo vienen divulgando desde hace años.

La conexión que sentimos hacia otro ser humano al cruzar las miradas simplemente no se puede reemplazar por otros elementos comunicativos: “con una mirada me lo dijo todo”.

Un leve abrir y cerrar de párpados, un ligero arqueo de la ceja, acompañado de un gesto casi imperceptible de la comisura de la boca: nada puede ser percibido si no es mirando. El lenguaje no verbal es parte esencial de entendernos bien y mejor. Exige atención, tiempo, y un entrenamiento progresivo desde el nacimiento; sí, desde que nacemos, comienza nuestro viaje por el mundo a través de las miradas comunicativas y exploradoras de lo que nos rodea.

No renuncio a pensar que, en nuestra era, nos quedan reductos de esa capacidad de oro: detener nuestro estresado paso para mirarnos. La atención en su plenitud dirigida a otro, al paisaje, o al vacío de nuestra mente. Cerrar la puerta al entretenimiento constante, para regresar al silencio de nuestro cerebro, que tan necesario es como mecanismo reparador, y equilibrador de nuestra salud mental. La creatividad se abre paso en esos momentos de silencio, no de ruido mental. Recuperar las miradas perdidas, no es sólo volver a mirarnos; también es atrevernos a tener la mirada perdida, sin foco.

Recuperar las miradas perdidas, no es sólo volver a mirarnos; también es atrevernos a tener la mirada perdida, sin foco.

Las pantallas en gran medida nos han robado este privilegio. Ver a una pareja, sentada frente a frente en una cafetería, y cada uno con su móvil, realmente es triste. Lo mismo ocurre con un grupo de amigos, que sólo sonríen cuando van a hacerse la foto para sus redes… Produce una sensación de pérdida cuando veo a un bebé sujetando una pantalla mientras viaja en su carrito; ¿cómo va a explorar el mundo si lo tenemos hipnotizado en la pantalla? Las manos también tienen un importante protagonismo en este proceso, porque la entrada de información sobre el mundo nos llega por el tacto, principalmente por las manos, saturadas de receptores sensitivos. Necesitamos recuperar la vista, la calma, y el tacto.

Las redes pueden ser una estupenda herramienta profesional, y pueden ocupar un espacio en nuestra vida personal, pero nunca pueden ser el propósito de todo lo que hacemos. La vida virtual nunca puede suplantar a la real, que está plagada de sentidos, percepciones, miradas, pensamientos, y aburrimiento.

La disponibilidad 24/7 nos ha robado bastante de todo eso, y fisiológicamente, nuestros cerebros no pueden asumirlo, en el famoso multitasking. Necesita períodos de vacío, sin ruido informativo ni ocupación. Allí nace la inspiración, la conversación interna, la calma, la creatividad, el saboreo de la vida.

En gran medida, desarrollar una actividad creativa, como la artesanía, nos sume en el estado de calma que tan lejos hemos llevado de nuestra vida cotidiana. Sólo puedes concentrarte en lo que haces, para que salga bien, para divagar en el proceso creativo, para hacer y deshacer. El tiempo vuela, casi sin que nos demos cuenta. Hay un disfrute propio de esa pausa, un estado de serenidad inherente a esa actividad, en lo hecho a mano.

Es nuestro derecho regresar a la calma, a la vida sin notificaciones. Retomemos el control de nuestra atención, que si nos perdemos algo , sea lo de allá fuera, no lo de aquí dentro .

Pamplinas y más.
Artesanía sostenible hecha en Andalucía.